martes, 18 de agosto de 2009

Alivio

Ni el párrafo del capítulo IV. Siempre encuentro una excusa para abandonar a Faulkner y a su Santuario.

Esta vez han sido los juegos universitarios de la señorita Teothoky, Clem Hollier, Mc Varish, Parlabane, Darcourt y Arthur Cornish, todos ellos bajo la atenta mirada del difunto Francis Cornish.

Como ya me ocurrió con la primera novela de la trilogía de Deptford (El quinto en discordia), la primera de la trilogía de Cornish (Ángeles rebeldes) me tiene completamente ensimismada y concentrada en su lectura.

¿Será que es mejor Robertson Davies que William Faulkner? ¿Será que soy tan mala lectora? ¿Será que no tengo suficientemente desarrollado mi paladar como para poder saborear las obras maestras?

Llevaba toda la semana pasada atizándome…bueno, exagero, sólo en los ratos libres entre lecturas, trabajo y hospitales.

Y entonces llega Muñoz Molina. Y me rescata de forma sencilla. Entre otras cosas, su artículo en el Babelia del 15 de agosto dice:

“…Un lector ha de ser sincero consigo mismo, e igual que no debe envanecerse de las alturas que ha conquistado tampoco tiene que avergonzarse de sus fracasos ni esconder su capitulación ante una obra maestra.

Ante Ulysses yo me había rendido. A Vida y destino no le había hecho mucho caso la primera vez que se publicó en España, aunque tuve el libro en mis manos, y hasta en mi mesa de noche...”

Siento alivio. Bueno, aún a riesgo de que sonrojarme, yo he fracasado con Ulysses, con Proust y el tiempo perdido y con Faulkner ando en clara retirada.

A cambio, he comprado Vida y destino, que viajará conmigo en las vacaciones…No sé cómo volveremos ambos.

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